A veces nuestra propia imprudencia nos cuesta un gran disgusto. A esto hay que añadir una cosa más: la discreción. Todos debemos saber que solamente nosotros mismos somos dueños de la discreción, si hacemos algo de manera discreta, nadie lo sabrá. La indiscreción en la mayoría de los casos es resultado de algún que otro error que hemos cometido nosotros mismos.
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